Psicología detrás de Frankenstein de GDT
- Psic. Ana López
- hace 4 días
- 5 Min. de lectura
Aquí les comparto tres reflexiones de la película Frankenstein de Guillermo del Toro. Hay muchos puntos a pensar, no pueden abarcarse todos, pero aquí les dejo algunas cosas que a mí me hizo pensar.
La huella imborrable de la infancia
Sabemos ya que las experiencias tempranas son los cimientos para el desarrollo de la personalidad. El vínculo con la madre y después con el padre, son fundamentales para el sentimiento de identidad y para el desarrollo psíquico y emocional de cualquier persona.
En la película Frankenstein, de Guillermo del Toro, conocemos a Victor, un niño para quien su madre parece ser todo su universo y su sentido. El mundo que le transmite la madre es cálido, sensible, amoroso, él se siente mirado, amado. La relación con el padre no es buena, lo reprende y le exige frente al estudio, es notorio una falta de vínculo entre ellos y una distancia afectiva. Se arma una dinámica interesante, porque el padre además, parece estorbar en la relación de Victor y su madre, las cosas van mejor cuando no está. Quizá en la fantasía, cuando el padre se ausenta, Victor se coloca simbólicamente como la pareja de la madre, es difícil así tener una buena relación con el padre. Quizá desde aquí se puede pensar en sentimientos de rivalidad hacia éste.
El mundo de Victor se viene abajo con la pérdida de la madre, dejándolo simbólicamente solo en el mundo. Se queda con un padre inaccesible y un hermano que se vuelve el favorito del padre. Un hermano que nace y la madre muere. Un hermano que se interpone primero entre la madre y él, y después entre su padre y él. Victor va a repetir, inconscientemente, los vínculos que él tuvo de pequeño, y poner al descubierto deseos, fantasías, conflictos internos. Curiosamente después Victor intenta meterse en la relación del hermano con su prometida dejando al hermano ahora como el excluido, quitarle lo más preciado para él.
Ante la insoportable pérdida de la madre, el mundo entero que ésta le brindaba, y al no encontrar un refugio emocional con su padre, Victor se volcó hacia el mundo de la medicina y se pone de objetivo ser mejor que el padre, lograr lo que este no pudo, vencer a la muerte. Desafiar al padre, ser mejor que éste, castrarlo. Esto le dio un sentimiento de omnipotencia, de grandiosidad, creer que él podía dar vida a lo que ha muerto. Lo peligroso de desafiar al padre, de castrarlo, de sentirse por arriba de él, brincar la ley, es que introduce a Victor en un estado de locura y de perversión. Y entonces hace lo impensable, desafiando el orden de la vida y la muerte, de lo divino y lo terrenal, de la ética y la humanidad. Algo que me parece que paga caro.
Un duelo incapaz de elaborarse, un "objeto" de amor perdido (la madre), en un intento (inconsciente) de recuperarlo y fracasa. El monstruo no es lo que él desea, porque lo perdido no regresa.
Regresando a la idea de cómo la infancia y las experiencias infantiles se ocultan detrás de la vida adulta que vamos haciendo, tratando de resolver conflictos, dolencias, buscando significados a las experiencias traumáticas que hemos vivido.
Los vínculos son los motores para el crecimiento mental, para el desarrollo.
Victor se enfrenta a la dificultad de comunicarse con la criatura, lo exaspera, se frustra, no tiene la posibilidad de ejercer la función materna, de acompañar a la criatura a descubrir el mundo y proveerlo de significado, como una madre hace con un bebé. Victor pasa de un estado de narcisismo puro cuando la criatura toma vida, se siente extasiado, una creación de sí mismo, que rápidamente cae cuando éste ser no cumple sus expectativas, no es lo que él pensaba y no tiene tiempo ni ganas de conocerlo. Victor lo deja huérfano, como él mismo.
Es muy interesante la aparición de Elizabeth en la vida de la criatura, una presencia femenina, que escucha con la mirada, que pone el cuerpo, que se comunica no solo con palabras, vemos en esa escena un momento de encuentro, un momento de ternura, de compasión, de conexión y es así que él puede decir algo más. No es poca cosa la mirada de otro.
Los vínculos son salvavidas. El monstruo al ver cómo se relacionaba y se cuidaba la familia granjera, se conmovió y despertó su curiosidad (el impulso epistemofílico) , ganas de aprender, y de comunicarse. Es maravilloso ver en la pantalla, como los vínculos o la idea de ellos, se vuelve un sentido de vida. El monstruo comienza a hacer cosas por la familia, empieza a sentir que su vida es importante, y él empieza a sentir que es alguien. La relación con el abuelo, su compañía, le permitió aprender, pensar, inclusive desear, desear saber quién es él, de dónde venía. Él lo describe como un momento donde la vida y él estaban en paz.
El empuje de la pulsión de vida sobre la pulsión de muerte.
Me parece que la lucha entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte está latente a lo largo de la película. Desde el inicio cuando aparece el capitán del barco, inamovible con su decisión de seguir adelante hacia un rumbo desesperanzador, poniendo en peligro a su tripulación, hasta el final de la película donde el capitán decide regresar a sus hombres a casa, se podría decir que la pulsión de vida pudo más que la pulsión de muerte. En el final de la película la pulsión de vida se preserva, cuando Frankenstein decide perdonar a su "padre", y Victor le pide perdón. Hay un empuje de la pulsión de vida, y se transmite al capitán, cuando éste decide no seguir más hacia un final lúgubre sino regresar la esperanza a sus hombres y apostar hacia la vida, regresar a sus casas con sus seres queridos.
Es asombroso que a pesar de que Frankenstein fue creado a partir de la muerte, había en él un deseo de vida. Quizá algo del vínculo de Victor con su madre, logró transferirse a Frankenstein. Victor tenía objetos buenos y objetos malos dentro de su mente, su madre fue un objeto bueno para él, que le enseñó algo del mundo bajo su mirada y su cuidado. Quizá por un momento brevísimo Victor logró transmitírselo. La criatura, con su lado más bondadoso, nos muestra el perdón y la posibilidad de seguir adelante, a veces un poco rotos y con cicatrices. La pulsión de muerte nos acompaña siempre, pero en diferentes cantidades.
Y por último es muy interesante el tema del nombre. A lo largo de la película la criatura no tiene nombre, es "eso", la criatura, el monstruo. Hasta el final Victor lo nombró "hijo". Y creo que es interesante pensar cómo el pensar un nombre es alojar a ese ser que viene al mundo, a la historia. Piera Aulagnier habla de esto. A Frankenstein no se le pensó más allá, no se le libidinizó, no se le imaginó y no hubo un nombre. El hermano le pregunta, si pensó en dónde estaba su alma y Victor contestó, que no lo pensó. Los hijos e hijas, necesitan ser pensados, imaginados, fantaseados, para venir a ocupar su lugar en la familia y en el mundo.
Una historia donde lo monstruoso no es el monstruo...
y a ti, ¿Qué te hizo pensar?